—Así que... ha llegado el momento.
El eco de su voz no fue un susurro ni un anuncio, sino una sentencia.
El Cronista Silente permanecía inmóvil frente al cuerpo, su capa ondeando en un viento que nadie más sentía.
Los ojos del cadáver estaban cerrados, pero el peso de su historia aún manchaba el suelo.
—Mi viejo amigo… Fuiste luz una vez. Ahora serás la sombra sobre la que renazca el mundo.
Entonces, alzó la mirada hacia los cielos rotos.
Y habló no al viento, sino a las eternas que todo lo observan.
—Queridas hermanas...
Yuzuriha, diosa de la Vida.
Kurohime, diosa de la Muerte.
¿Ya han elegido a su nuevo héroe?
El cielo no respondió. Pero la tierra tembló.
—¿Será un salvador... o el arma del fin?
¿Un cordero que sangrará por todos,
o un lobo que arrastrará el mundo consigo a la oscuridad?
La destrucción es inminente…
y ustedes, una vez más, juegan con las almas como si fueran piezas de un juego sagrado.
A lo lejos, una flor marchita se abrió como si el tiempo retrocediera.
Un suspiro invisible cruzó los campos.
Y en algún rincón del mundo,
un nuevo corazón comenzó a latir... cargando con una promesa que no pidió.