La oferta de Ryuusei colgaba en el aire, como una rama extendida hacia una anomalía que solo conocía la soledad y la constante fluctuación del tiempo. Bradley, aun sintiendo el eco de su miedo superado y la adrenalina de la confrontación recién vivida, observaba a Ezequiel, la criatura antigua cuyos ojos reflejaban el cansancio de siglos perdidos.
Ezequiel miró a Ryuusei, luego a Bradley. En las palabras de Ryuusei, aquella oferta —comprender su origen trágico, la promesa de un lugar entre otros "marginados", un propósito más allá de simplemente existir sin rumbo— resonaba con la solitaria travesía que había sido su vida. No era la Muerte, ni un científico loco, ni un Heraldo que deseaba someterlo. Era alguien que entendía la carga de ser diferente, de vivir al margen.
—Un lugar... —murmuró Ezequiel, como si las palabras tuvieran que hacer eco dentro de su ser, tan ajeno a la idea de pertenecer. Su hacha, que antes había sido símbolo de distorsión y defensa, descansaba ahora inerte en el suelo.
Ryuusei, con su calma característica, mantuvo el silencio, dejando que las palabras hicieran su trabajo. No presionó. La oferta estaba sobre la mesa. La decisión, al final, era de Ezequiel.
Un largo silencio se extendió, pesado, como si el tiempo mismo titubease. Finalmente, Ezequiel asintió lentamente.
—He vagado —dijo, su voz cargada con la resignación de siglos, pero también con un atisbo de esperanza, una esperanza cautelosa—. He sido un espectro, un error. Una anomalía que no encuentra su lugar. Quizás... un lugar entre otras anomalías... no sea peor que la eternidad del vacío.
Ezequiel levantó la vista, sus ojos se encontraron con los dorados de Ryuusei. —Acepto. Veré... a dónde lleva este camino.
La aceptación de Ezequiel Kross, el manipulador del tiempo, la última pieza de la lista de la Muerte, ya no fue un acto de fuerza o confrontación. Fue el resultado de una comprensión profunda, la oferta de un lugar al que pertenecer, un refugio en un mundo que nunca le había ofrecido uno.
Las distorsiones temporales que habían plagado la zona desaparecieron de inmediato, como si la realidad misma exhalara un suspiro de alivio. El bosque alemán, ahora restaurado, regresó a su flujo temporal natural, aunque el aire seguía cargado con la memoria de lo ocurrido.
Con la decisión tomada, Ryuusei, Bradley y Ezequiel abandonaron el claro. El viaje hacia Suiza comenzaba. La atmósfera entre ellos era distinta, cargada de nuevas posibilidades. Bradley, aunque agotado por la experiencia y el "entrenamiento" improvisado al que había sido sometido, sentía una extraña euforia. Había superado su miedo. Había actuado. Había sido testigo del poder de Ezequiel de cerca, y lo había navegado. Miró a Ezequiel, la figura silenciosa y enigmática, con su hacha antigua descansando a su lado, y sintió una mezcla de asombro y respeto.
—Sus poderes son... impresionantes —dijo Bradley, dirigiéndose a Ezequiel con una cautelosa admiración, su inquietud habitual transformada en una curiosidad sincera—. ¿Siempre... siempre se siente así el tiempo a su alrededor?
Ezequiel lo miró con una leve inclinación de cabeza. —Solo cuando es necesario. O cuando... no presto atención. El mundo... no le gusta que lo molesten.
Las interacciones entre ellos eran aún tentativas. Ezequiel, con su naturaleza antigua y solitaria, se mantenía distante, mientras que Bradley, lleno de preguntas, intentaba comprender lo que tenía frente a él. Ryuusei observaba en silencio, permitiendo que la dinámica se desarrollara por sí sola, satisfecho con el reclutamiento de un ser tan poderoso y único.
Al llegar a Suiza, el paisaje alpino, ordenado y sereno. En un lugar discreto previamente establecido, el resto del equipo esperaba. Brad, Kaira, Chad... sus rostros mostraban alivio al ver a Ryuusei y Bradley, y curiosidad por el nuevo integrante que los acompañaba.
La reunión fue breve, pero crucial. Ryuusei presentó a Ezequiel Kross.
—Él es Ezequiel —dijo Ryuusei, con una autoridad que no dejaba espacio para dudas—. Un manipulador del tiempo. Es el último en unirse a la lista.
Las reacciones fueron variadas. Brad asintió con una mirada de aprobación, reconociendo el valor de una habilidad tan rara y poderosa. Kaira, con su serenidad habitual, lo observó con fascinación y cautela, su calma exterior ocultando la curiosidad que sentía por este ser tan enigmático. Chad, el hombre marcado por la tragedia, lo estudió con intensidad, reconociendo tal vez en Ezequiel algo de sí mismo: una anomalía rota por el dolor, pero que aún tenía un propósito.
La integración de Ezequiel se formalizó de inmediato. Recibió la piedra negra, que lo enlazaba a la red psíquica, dándole acceso a la información y habilidades compartidas, además del traductor universal que le permitiría comunicarse con el resto del equipo. Ahora, Ezequiel Kross era oficialmente parte de la Operación Kisaragi Ryuusei.
—Con Ezequiel —dijo Ryuusei, mirando a su equipo reunido—, la lista está completa. La Muerte me dio nombres de individuos poderosos, marginados. Ahora están aquí.
Hubo un breve silencio, un reconocimiento silencioso de lo que habían logrado. Con Chad y Ezequiel, ambos inmensamente poderosos pero rotos de maneras distintas, el equipo se completaba. Habían profundizado en la comprensión de Ryuusei: sus orígenes, sus motivaciones, sus vulnerabilidades. Habían visto a Bradley superar su miedo, y en el proceso, fortalecer los lazos entre ellos.
Pero no había tiempo para relajarse. La culminación de este arco solo servía como preludio del siguiente, mucho más desafiante.
—El equipo está completo —dijo Ryuusei, su mirada fija en el horizonte, como si ya viera lo que venía—. Tenemos la fuerza que necesitamos.
Miró al este, donde la incertidumbre y el futuro los aguardaban.
—Nos dirigimos a Japón —anunció, con la determinación de quien sabe que la batalla real apenas comienza.
La planificación se intensificó, las rutas se afinaron y los recursos se prepararon. El equipo, ahora unido por su propósito y lealtad a un líder enigmático, avanzaba hacia lo que sin duda sería la fase más difícil de su misión. Suiza era solo una parada más en su camino hacia lo desconocido.