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Chapter 152 - Capítulo 41: Sellando el Pacto y Secretos Personales

El aire en la suite del motel, ahora convertida en la base temporal de la Operación, seguía impregnado por la pesadez de la historia de Chad. Su tragedia personal había sumido a la Operación en una sombra más profunda, transformando lo que había comenzado como un objetivo capturado en un miembro impulsado por un dolor insondable. Con su promesa de lealtad aún resonando en el ambiente, llegó el momento de sellar su lugar en el equipo.

El "procedimiento" para integrar a Chad no tuvo lugar en un quirófano aséptico, sino en la habitación contigua, que había sido transformada temporalmente en un espacio de trabajo por Brad. Ryuusei supervisaba, atento a cada detalle. La intervención era delicada: la implantación de la piedra negra, un procedimiento que requería una precisión milimétrica. Aunque Chad, a pesar de su poder destructivo y de su reciente colapso emocional, se mantenía inusualmente quieto, la tensión en el aire era palpable. La piedra negra, al ser implantada cerca de su corazón, comenzó a pulsar con una energía sutil, enlazándolo a la red de la Operación, a la conciencia colectiva que Ryuusei utilizaba. Poco después, un pequeño implante, casi invisible, fue colocado en su oreja: el traductor universal.

Al concluir, Chad se sentó lentamente, sintiendo la nueva energía fluir dentro de él. Su mirada ya no era solo la de un hombre roto, sino la de alguien con un propósito renovado. Respiró profundamente, ajustándose al cambio que había experimentado.

—La piedra está activa —dijo Ryuusei con calma—. Ahora eres parte de la red. El traductor funcionará en cualquier idioma.

Chad se levantó, su figura imponente recobrando su presencia. Sin embargo, la solemnidad del momento aún lo envolvía. Miró a Ryuusei, luego a Brad, Kaira y Bradley, con una determinación palpable en su rostro.

—Lo dije anoche —dijo Chad, su voz más firme, resonando con la fuerza de una convicción forjada en la tragedia—. Escuché. Elegí. Y ahora, con esto... —tocó suavemente su pecho, donde sentía la piedra—... elijo de nuevo. Kisaragi Ryuusei. Mi lealtad. Mi fuerza. Mi rabia. Son tuyas. Hasta el final.

Era un juramento solemne, un pacto sellado no solo con palabras, sino también con la piedra negra latente en su interior. Ryuusei aceptó su lealtad con un simple asentimiento, reconociendo el valor y el peligro que Chad representaba. La Operación había ganado un miembro poderoso y volátil, impulsado por una sed de venganza que Ryuusei se comprometía a dirigir.

Mientras Chad se recuperaba bajo la atenta mirada de Brad, el resto del equipo se concentraba en los preparativos para su viaje a Japón. Los mapas se extendían sobre la mesa, las rutas de viaje se discutían en voz baja, y la logística para mover a un grupo de individuos superpoderosos (incluyendo a Chad, recientemente integrado, aunque aún cargado con la lealtad recién adquirida) sin llamar la atención se afinaba con precisión. La maquinaria de la Operación de Ryuusei seguía moviéndose, impulsada por el nuevo objetivo que ahora los unía.

En medio de toda esta actividad, Kaira encontró un momento para acercarse a Ryuusei. La historia de origen que él les había contado les había abierto una ventana a su pasado, y la mención de Aiko, su leal compañera en el Limbo, había despertado la curiosidad de Kaira.

—Ryuusei —dijo Kaira, su voz tranquila, aunque con una sutil nota de interés personal que no solía mostrar tan abiertamente.

Ryuusei la miró, sus ojos dorados permanecían serenos, como siempre. —¿Sí, Kaira?

Kaira dudó un instante, calibrando sus palabras con cautela. —Escuché tu historia... en el Limbo. Hablaste mucho de Aiko. De cómo se quedó contigo. Su lealtad.

Ryuusei asintió lentamente, reconociendo el vínculo que existía entre él y Aiko.

—Es... una relación muy fuerte —continuó Kaira—. Yo... pensaba que quizás... ¿ella es tu novia?

La pregunta salió, directa y un tanto arriesgada. Ryuusei se sorprendió visiblemente. Sus ojos se abrieron ligeramente, una reacción genuina que Kaira no esperaba.

—¿Aiko? —dijo Ryuusei, y una pequeña risa escapó de sus labios. No era de burla, sino de pura incredulidad ante la idea—. ¿Mi novia? No, Kaira. Aiko es... ella es como mi alumna. Mi compañera. Y es menor. Tiene catorce años. Estuvimos juntos en el Limbo cuando ella tenía esa edad. Hemos pasado por mucho. Es leal. Pero... ¿novia? No.

La respuesta fue clara y lo suficientemente sorprendente como para que Kaira se sintiera un tanto tonta por haber preguntado. Catorce años. Alumna. Su visión de la relación, que había estado basada en la intensidad del vínculo que Ryuusei había descrito, se desmoronó en un solo momento.

—Oh —murmuró Kaira, un ligero rubor tiñendo sus mejillas—. Entiendo.

Aprovechando la oportunidad, Kaira continuó indagando, su curiosidad ahora completamente cautivada. —¿Y... Amber Lee? ¿La conoces bien? Escuché su nombre también.

Ryuusei asintió, su tono más reflexivo. —Amber Lee es... parte del grupo original. Del grupo de Aiko. Pero... hasta ahora no la conozco personalmente. 

La respuesta dejó claro que, aunque todos compartían un origen común en el Limbo, las relaciones no siempre eran tan cercanas. Ryuusei no conocía a Amber, pero la conexión entre ellos no era tan fuerte como con Aiko o Brad. Las lealtades, en este mundo de sombras y traiciones, eran frágiles y complejas.

Kaira, empujada por una curiosidad que no podía ocultar, decidió hacer una pregunta más personal. Tomó un respiro y, con una leve sonrisa, preguntó. —¿Alguna vez... alguna vez te has enamorado?

Ryuusei la miró fijamente, la pregunta era directa y tocaba una parte de él que rara vez mostraba. Reflexionó por un momento, como si pesara cuidadosamente sus palabras.

—Enamorado... —dijo Ryuusei, y una sombra de pensamiento cruzó su rostro, una expresión rara y vulnerable. Parecía estar considerando la idea con una objetividad que no era habitual en él—. Veo... todas las chicas son lindas. Tienen sus propias cualidades.

Kaira sintió que su corazón latía un poco más rápido con esa respuesta.

—Pero llegar a enamorarse, nunca —continuó Ryuusei, su voz clara y honesta, con un matiz de sinceridad que hizo que sus palabras se sintieran aún más profundas—. No he tenido esa experiencia.

La respuesta podría haber sido desalentadora, pero lo que vino después sorprendió a Kaira.

—Sin embargo —dijo Ryuusei, y por primera vez en la conversación, su tono pareció suavizarse, mostrando una ligera... apertura—. Sí quisiera tener novia. Me gustaría experimentar eso. Si la Operación y... bueno, todo lo demás... lo permitiera.

Esa respuesta dejó a Kaira con una mezcla de emociones. Sorpresa por la franqueza de Ryuusei. Una comprensión de que, a pesar de su fachada fría y calculadora, él no era completamente inmune a los deseos humanos más simples y universales. Y tal vez, una pequeña chispa de esperanza en su propio corazón, sabiendo que la posibilidad existía, aunque estuviera enterrada bajo capas de trauma, misión y responsabilidad.

La conversación llegó a su fin, pero dejó a Kaira con más preguntas y pensamientos que respuestas. Ryuusei no era solo el líder pragmático y marcado por la oscuridad; era un ser humano con un pasado marcado por pérdidas, lealtades profundas y, quizás, una chispa de vulnerabilidad que, aunque escondida, aún existía.

Mientras tanto, los preparativos para el viaje a Japón continuaban. Chad, con la piedra negra implantada y el traductor universal en su oreja, se integraba plenamente en la dinámica del equipo. Su lealtad estaba ahora sellada, su tragedia un motor oscuro que impulsaba sus acciones. La Operación de Ryuusei, con sus miembros marcados por secretos personales y objetivos audaces, estaba lista para moverse.

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