El silencio que se cernió sobre la sala central de la fábrica abandonada era tan denso como el caos que lo había precedido. Kaira y Bradley, agotados y temblorosos, se desplomaron sobre el suelo polvoriento junto al cuerpo inerte de Chad Blake, el hombre que había sido su mayor amenaza. El dolor residual de las explosiones aún reverberaba en sus cuerpos, y la extraña sensación de regeneración seguía trabajando, aunque el miedo persistía como un eco en el aire. Pero ese miedo se mezclaba ahora con un alivio visceral, crudo y profundo: habían sobrevivido. La misión había sido cumplida. Juntos.
Sin embargo, la calma no duró mucho. El sonido de unos pasos resonó en los pasillos exteriores, acercándose a gran velocidad. Kaira y Bradley se pusieron tensos al instante, preparados para lo peor, a pesar de su agotamiento físico y emocional. Pero no era Chad.
Ryuusei y Brad aparecieron en el umbral, observando la escena con miradas rápidas y evaluadoras: los escombros, las marcas de las explosiones, el cuerpo inconsciente de Chad, y a Kaira y Bradley, visiblemente afectados, pero ilesos.
Ryuusei, con su máscara oculta bajo sombras, dejó ver una leve y casi imperceptible expresión de aprobación mientras avanzaba hacia ellos.
—Lo lograron —dijo, su voz serena pero cargada de reconocimiento—. Buen trabajo. Ambos.
Bradley soltó un resoplido de alivio, una sonrisa fugaz dibujándose en su rostro mientras se sacudía el polvo.
—Nunca dudé, chico rápido. Y chica del control. Lo hicieron bien.
Esas palabras, aunque simples, fueron suficientes para hacer que el nudo de tensión en el pecho de Kaira se aflojara. La validación de su desempeño, tras todo lo vivido, significó más de lo que cualquier otro elogio podría haber logrado. Era una prueba de que, a pesar del miedo y el caos, había un propósito detrás de todo esto.
Pero entonces, la atmósfera cambió. Ryuusei y Brad no venían solos. Había algo más. Un peso diferente en el aire.
Con un gesto, Ryuusei y Brad hicieron espacio para el prisionero que traían consigo. Era el héroe estadounidense que Ryuusei había ido a interceptar: el Capitán Dynamo. Estaba inconsciente, sus manos atadas con cuerdas gruesas, un corte superficial en la frente, y su expresión era una mezcla de confusión y furia. Su traje brillante, que normalmente destacaría en cualquier otro entorno, ahora parecía fuera de lugar en el sórdido contexto de la fábrica.
Ryuusei y Brad lo dejaron cerca de una columna, asegurándolo temporalmente. El Capitán Dynamo se incorporó lentamente, mirando a su alrededor con desconfianza.
—¿Quiénes son ustedes? —exigió, su voz aún fuerte a pesar de la situación. —¿Qué está pasando aquí? Esto es... esto es un desastre...
—Tenemos preguntas —interrumpió Ryuusei, su tono implacable y frío—. Y tú tienes las respuestas. Coopera, y tal vez... hagamos esto menos desagradable de lo necesario.
El Capitán Dynamo vaciló, sopesando las opciones en su mente. Parecía que la situación le había superado, y después de un breve momento de indecisión, asintió con la cabeza. La cooperación parecía ser la única salida viable.
Ryuusei comenzó a interrogarlo, pero no sobre su identidad ni sus poderes, sino sobre la situación global. Los eventos recientes, las tensiones entre las naciones, y las amenazas cada vez mayores de individuos con habilidades meta-humanas. El héroe comenzó a hablar de la creciente actividad meta-humana, de la inestabilidad en varias regiones del mundo, y cómo los gobiernos y las comunidades de héroes estaban reaccionando ante la crisis.
El héroe mencionó las secuelas de la batalla de Ryuusei contra Aurion en Japón, donde el vacío de poder dejado por la caída de Aurion había provocado que otros intentaran ocupar su lugar. Pero fue lo que dijo a continuación lo que heló el aire.
—Y para colmo —dijo Capitán Dynamo, bajando la voz—, hay reportes alarmantes llegando desde Rusia. Parece que... que Aurion se ha reunido con el Presidente de Rusia. Al parecer, están buscando a alguien. A ti, Ryuusei. Están preguntando por ti.
El aire en la sala pareció detenerse. Kaira y Bradley intercambiaron una mirada de incredulidad. ¿Ryuusei en Rusia? Causando problemas? Pero si él estaba justo allí, frente a ellos.
Los ojos de Ryuusei, ocultos bajo su máscara, se endurecieron. Rusia. Aurion. Su nombre. La noticia, aunque no completamente inesperada, comenzó a destilar una amenaza palpable. Una complicación que no podían permitirse ignorar.
Mantuvo su compostura, sin mostrar signos evidentes de sorpresa o preocupación. Para él, esa noticia era solo un paso más en una cadena de eventos que aún debía desentrañar. Sin embargo, el peso de la información era innegable.
Después de un tenso silencio, Ryuusei asintió lentamente, absorbiendo la revelación. Miró al Capitán Dynamo, ya no con necesidad de más información.
—Gracias por tu cooperación —dijo con calma—. Ya no eres necesario.
La mirada de Dynamo pasó del desconcierto al terror absoluto. Ryuusei se giró hacia Brad, quien entendió al instante lo que estaba sucediendo. No se necesitaban palabras.
La voz de Ryuusei fue suave, pero aterradora en su simplicidad.
—Brad —ordenó—. Mátalo.
El impacto de la orden fue tan fuerte como un golpe físico. Kaira y Bradley se quedaron paralizados, incapaces de procesar lo que acababan de escuchar. ¿Matarlo? ¿Así, sin más?
El Capitán Dynamo, todavía atado y vulnerable, suplicó con la mirada. Pero no hubo piedad. Brad, sin dudarlo ni un instante, se acercó al prisionero. La rapidez con la que actuó fue escalofriante. Un movimiento preciso, mortalmente eficiente. Un sonido seco y breve. Y el cuerpo del héroe cayó, inerte.
Kaira y Bradley observaban, inmóviles. El horror era palpable. No se trataba de la caótica muerte de Chad. Esto era diferente. Una ejecución calculada. Fría. Sin remordimientos. La brutalidad de la "operación" se había mostrado en su forma más pura.
Kaira se sentó, con el corazón acelerado. La imagen del Capitán Dynamo caído ante ellos seguía grabada en su mente. Este no era el tipo de misión que esperaba cumplir. Este no era el mundo en el que había creído al principio.
Bradley se encargó del cuerpo con la misma eficiencia implacable con la que había ejecutado la orden. Sin dejar rastro, sin preguntar. Todo estaba cubierto. Un secreto más.
Luego, Ryuusei y Brad se acercaron al cuerpo de Chad Blake, comprobando que estaba fuera de combate. Ryuusei dio órdenes para asegurar su situación, asegurándose de que no quedara evidencia. El silencio volvió a caer.
—Noticias de Rusia —dijo Ryuusei, retomando la calma y el control como si nada hubiera sucedido.
Kaira miró a Bradley, sus ojos llenos de preguntas sin respuesta. Nada de lo que había presenciado tenía sentido, pero lo sabía con certeza: este no era solo un juego. Estaban involucrados en algo mucho más grande, mucho más oscuro.
La misión de Ryuusei ya no se trataba solo de proteger el orden. Era algo más profundo, algo más peligroso.
Y lo peor de todo, Kaira y Bradley lo sabían. Nada de lo que sucediera después los sorprendería tanto como esta verdad que acababan de descubrir. La operación que estaban siguiendo ya no se trataba solo de cumplir órdenes. Se trataba de tomar decisiones, decisiones que podrían destruirlos a todos.
El futuro era incierto, pero lo que había quedado claro en ese momento era que Rusia podría ser el principio de algo mucho más grande, y mucho más peligroso.