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Chapter 142 - Capítulo 31: Cruzando el Pacífico hacia la Volatilidad

El zumbido constante del jet privado era la única banda sonora durante las interminables horas de vuelo sobre el vasto y oscuro Pacífico. Dejar atrás Bangkok era como abandonar el calor asfixiante y las multitudes caóticas, para adentrarse en una quietud forzada por la velocidad y la altitud. La cabina se sentía como una burbuja de tiempo suspendido, un contraste brutal con las vidas frenéticas que habían dejado atrás.

El equipo de Ryuusei ahora era un cuarteto:Ryuusei, imperturbable incluso a treinta mil pies, leyendo un libro o revisando datos en una tablet;Brad, estirado en su asiento reclinable, durmiendo o existiendo en un reposo eficiente;Bradley Goel, la personificación de la inquietud, incapaz de estarse quieto más de cinco minutos, jugueteando nerviosamente con todo lo que encontraba o mirando por la ventanilla como si el avión no fuera suficientemente rápido;y Kaira Thompson, sentada con una calma estudiada, observando a los demás con una mirada fría, como una científica examinando especímenes interesantes pero irrelevantes.

Poco después de despegar, Ryuusei anunció el siguiente destino.

—Michigan, Estados Unidos —dijo, su voz firme resonando en la cabina—. Chad Blake. Manipulador de explosiones. Volátil. Peligroso. La información es escasa. Solo sabemos que está en algún lugar del estado... y que donde está, hay problemas. Incidentes extraños. Daños inexplicables.

Bradley dejó de retorcerse por un instante.

—¿Explosiones? ¿Como... hacer que las cosas exploten? Joder.

Brad abrió un ojo apenas.

—Suena a mi tipo de fiesta.

Kaira no comentó nada. Su expresión no cambió mientras escuchaba, aunque sus ojos se demoraron un poco más en Ryuusei que en los demás, como si su mente sopesara algo más profundo que la misión en sí.

Las horas pasaron con una lentitud insoportable, excepto tal vez para Bradley, cuya percepción del tiempo parecía tan distorsionada como su energía nerviosa. Intentaba interactuar con quien pudiera, soltando comentarios rápidos, algunos francamente inútiles.

—Esto es lento —dijo, rebotando ligeramente en su asiento—. Ojalá pudiera correr hasta allá. Llegaría antes que la siguiente bebida. Aunque... la comida no está mal. ¿Creen que en Michigan haya buenos restaurantes tailandeses? El de mi jefe era…

—Cállate, chico rápido —gruñó Brad sin abrir los ojos.

Bradley se encogió como un niño regañado y volvió a su ventanilla.

Más tarde, en otro de sus intentos por no volverse loco, se deslizó hasta el asiento contiguo al de Kaira, intentando parecer casual pese al torbellino interno que lo zarandeaba.

—Hola —dijo, su voz un poco demasiado rápida—. Eh... ¿qué tal el vuelo? Aburrido, ¿no? Aunque tu poder... no es de velocidad. Es más... persuasión. Muy... interesante. Lo de controlar a la gente...

Kaira lo miró. Lenta, deliberadamente.Su mirada, antes perdida en sus propios pensamientos, se enfocó en él como un bisturí clínico.No había interés. Solo una chispa de evidente asco.Sutil, pero inconfundible. Como si su mera existencia le resultara molesta.

Bradley tragó saliva. Tartamudeó, su nerviosismo acelerando sus palabras como una avalancha descontrolada.

—Sí... es... un poder fuerte. Yo solo... soy rápido. Y torpe. No sé pelear. Te vi en la cafetería... usando a la gente. Fue... wow. Impresionante. Y... aterrador. Pero... genial. No sé cómo...

Kaira soltó una risa breve, seca, cortante como un latigazo.No era una risa amigable. Era una risa de burla, de desprecio. De "mira a este pobre idiota".

—Eres ruidoso —dijo con voz plana, su tono carente de emoción—. Nervioso. Hablas demasiado. Y chocas con todo.

Las palabras lo atravesaron como agujas.Bradley sintió cómo su rostro se teñía de rojo, una vergüenza punzante subiendo por su cuello. La herida vieja —esa sensación de ser un inadaptado, un estorbo, un error— se abrió de nuevo, fresca y cruel.

Intentó responder, defenderse, pero su boca solo emitió un murmullo torpe.

—Yo... solo... voy por un agua —farfulló, y prácticamente huyó, caminando rígidamente hacia el pasillo, aunque por dentro su instinto era salir corriendo a la velocidad de la luz.

Kaira lo vio alejarse, la sombra de una sonrisa burlona todavía curvando sus labios. Luego, como si nada hubiera pasado, su atención volvió a Ryuusei.

Lo observó en silencio:Interactuando brevemente con Brad.Concentrado en su tablet.Simplemente existiendo, envuelto en una calma que no parecía humana.

Ella, que había dedicado su vida a manipular a otros, encontraba fascinante esa clase de fuerza: la fuerza de no necesitar controlar a nadie. De no alterarse ante el caos.

Pensó en cómo la había reclutado. No con amenazas. No con promesas huecas. Sino reconociéndola. Viéndola, incluso en su parte más oscura. Y ofreciéndole algo que nadie más le había ofrecido nunca: propósito.

Observó el perfil de Ryuusei, la luz tenue acariciando sus facciones serenas.El eco de aquella noticia —"el perdedor número uno"— resonó en su mente.Pero no veía a un perdedor.Veía a alguien que desafiaba al destino y seguía en pie.Veía algo que ella misma, con todo su poder, no podía replicar.

No era amor aún. Era una fascinación densa y silenciosa. Un germen de algo más, creciendo sin permiso.

Finalmente, después de eternas horas de vuelo, el jet inició su descenso. Bajo ellos, la vasta extensión iluminada de Michigan se desplegaba como un mar de estrellas artificiales.

Aterrizaron con suavidad. El aire fresco y limpio los recibió, un contraste agudo con la humedad sofocante de Bangkok.

Consiguieron un vehículo. Se pusieron en movimiento.

La búsqueda de Chad Blake, el inestable manipulador de explosiones, había comenzado.

—Michigan —dijo Ryuusei, revisando un mapa en su tablet—. Empecemos por rastrear incidentes extraños recientes. Daños inexplicables. Testigos nerviosos. Lugares... que tal vez hayan estallado.

Brad asintió, ya enfocado.Bradley, aún dolido por el rechazo de Kaira, se forzó a concentrarse, canalizando su incomodidad en un foco ansioso.Kaira, siempre calmada, miraba su nuevo entorno... pero una parte de su mente seguía atrapada en el avión, repasando silenciosamente cada gesto, cada palabra, cada latido interno que había sentido.

El Equipo de Ryuusei estaba en Estados Unidos.Cuatro individuos únicos. Cuatro pasados turbulentos. Cuatro futuros inciertos.Buscando a un hombre que podía hacer explotar el mundo.Mientras, sin saberlo del todo, ya estaban comenzando a explotar entre ellos.

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