El frío de Michigan mordía un poco a través de sus ropas al salir del vehículo alquilado, un contraste bienvenido y a la vez discordante tras el calor pegajoso de Bangkok y el aire enrarecido del avión. Habían llegado. El jet privado los había dejado en un aeropuerto discreto, y ahora se encontraban en un suburbio que parecía sacado de una película, un remanso de orden y calma que chocaba violentamente con la naturaleza caótica y volátil de su objetivo: Chad Blake.
—Según los datos de Ryuusei, los incidentes significativos se concentran en esta área y se extienden hacia el norte, hacia la zona industrial abandonada —explicó Ryuusei, con la tablet en las manos, sus ojos dorados recorriendo el mapa digital—. Empezaremos aquí. Buscaremos patrones. Cualquier cosa fuera de lo normal.
La "operación" en Michigan no comenzó con una explosión, sino con una metódica y tensa patrulla. Ryuusei dirigía, señalando calles y manzanas. Brad caminaba con una zancada fácil y atenta, escaneando los alrededores con una mirada que no se detenía en lo superficial.
Bradley, a pesar de su nerviosismo que lo hacía dar pequeños saltos internos, mantenía sus ojos bien abiertos, su mente acelerada buscando la anomalía en el patrón suburbano. Kaira caminaba con su compostura habitual, una burbuja de calma en el bullicio del mundo (ahora plenamente comprensible gracias a la piedra), pero su mirada era incisiva, buscando lo que otros pasarían por alto.
Sentía la presencia extraña de la piedra negra cerca de su corazón, un segundo pulso que resonaba con el poder latente del mundo a su alrededor, incluyendo la firma sutil de otros individuos con habilidades.
—Bradley, cubre esas tres calles al oeste —indicó Ryuusei, señalando en el mapa—. Rápido. Busca daños estructurales inusuales. Explosiones pequeñas pero localizadas. Marcas extrañas. Si ves algo... quédate lejos y reporta.
Bradley asintió, su corazón latiendo con una mezcla de anticipación y el miedo que se había alojado en su estómago desde la misión de Kaira y que ahora aumentaba con la idea de lo que Chad Blake era capaz de hacer. Kaira lo observó con esa mirada de desdén, como si su visible aprensión le pareciera de mal gusto. Intentó no temblar bajo su escrutinio y activó su velocidad.
El mundo se convirtió en un túnel de colores apagados, la vida suburbana se congeló a su alrededor. Voló por las calles, sus ojos escaneando fachadas, patios, coches. Buscó la disrupción en el orden perfecto. Vio un buzón de correos destrozado, pero eso podía ser vandalismo. Vio una ventana rota de forma extraña, pero también podía tener una explicación mundana.
Luego la encontró. Una casa en una calle tranquila, aparentemente intacta desde el exterior, excepto por una puerta trasera que estaba extrañamente deformada, como si algo la hubiera golpeado con una fuerza explosiva pero muy localizada.
Se detuvo bruscamente en el césped trasero, el mundo volviendo a la normalidad con un whoosh que sonó ensordecedor en el silencio suburbano. El olor le llegó de inmediato. Un olor acre, metálico, a quemado y... a carne.
Se acercó con cautela a la puerta. Estaba ligeramente abierta, colgando de una bisagra rota. Miró dentro. La escena en la cocina era lo que Ryuusei había llamado "reportes de efectos biológicos peculiares".
No era solo daño material, aunque los muebles estaban volcados y las paredes ennegrecidas en parches. Lo que lo hizo ahogar un grito fue lo que había en el suelo, salpicado en las paredes. Fragmentos. Restos. Humanoides, a juzgar por la ropa desgarrada. Pulverizados, dispersos en un radio limitado. La cantidad de sangre era... excesiva. Visceral.
El olor era insoportable. Bradley sintió una oleada de náuseas tan violenta que tuvo que dar varios pasos hacia atrás, tropezando con sus propios pies. Se dobló por la mitad, vomitando en el césped inmaculado del suburbio. El terror se disparó. Esto no era un cómic. Esto era real. Era sangriento. Era el horror que Ryuusei no les había descrito. La cantidad de miedo que sintió en ese momento fue abrumadora. Su mente saltando entre el horror, la náusea, el pánico, el pensamiento de que Kaira lo vería así.
Logró comunicarse con Ryuusei, su voz entrecortada por las arcadas y el temblor.
—R-Ryuusei... la casa... atrás... hay... restos. Es... es horrible. Mucho. Sangriento. No... no estoy bien.
Ryuusei respondió al instante, su voz inalterada.
—Ubicación. No te acerques más. Brad y Kaira vienen.
Bradley dio la dirección, el olor a sangre y ceniza quemada persistía en el aire. Cuando llegaron, Kaira y Brad, encontraron a Bradley pálido, temblando y limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—El patio trasero —murmuró Bradley, incapaz de mirar la puerta abierta.
Brad se acercó, su expresión se endureció ligeramente al ver el estado de Bradley. Kaira caminó con su compostura habitual, pero al acercarse a la puerta abierta y percibir el olor, su rostro palideció notablemente.
Miró dentro. La escena la golpeó con una fuerza que no esperaba. A pesar de haber "controlado" la vida de otros, nunca se había enfrentado a la destrucción física tan brutal y visceral. Restos humanos dispersos como si una bomba hubiera estallado dentro del cuerpo.
La cantidad de sangre y fragmentos era impactante. Sintió una fuerte náusea, sus manos temblaron. Miedo. Un miedo primario, animal, diferente al que sentía por la pérdida de control. Esto era el terror ante la aniquilación. Era sangriento. Y era aterrador.
—Por... por las barbas de... —murmuró Kaira, conteniendo una arcada.
Brad entró en la cocina, su expresión sombría. Ryuusei entró con él, su calma absoluta, sus ojos dorados analizando la devastación.
—El mismo patrón —dijo Ryuusei, su voz analítica en medio del horror—. Explosión interna. Focalizada. Chad Blake. Sin duda.
Mientras Ryuusei y Brad comenzaban su análisis forense improvisado de la escena, Kaira seguía en la puerta, pálida y temblorosa. Bradley se acercó a ella, aún afectado por su propio episodio.
—Es... es peor de lo que pensaba —murmuró Bradley, temblando.
Kaira se giró hacia él, sus propios ojos aún dilatados por el shock. Al verlo en ese estado, la náusea y el miedo en su rostro, su temblor, una mirada de profundo asco cruzó el rostro de Kaira. Luego, a pesar de la escena de horror detrás de ella, una pequeña, cruel risa escapó de sus labios.
—Mírate —dijo Kaira, su voz temblaba ligeramente por el shock, pero el desdén era claro—. Vomitando en el césped. Tienes supervelocidad y te desmayas por un poco de sangre. Eres ridículo. Patético.
Las palabras de ella lo golpearon, añadiendo una capa de humillación a su terror. Se sintió increíblemente avergonzado, haciéndolo sentirse aún más descontrolado y torpe. Se alejó un poco de ella, sintiéndose miserable y asustado. El desprecio de Kaira en medio de su miedo era una combinación brutal.
Kaira, sin embargo, no pudo sostener su burla por mucho tiempo. El olor y la imagen persistían. Volvió a mirar dentro de la casa. Vio a Ryuusei moverse con esa calma inalterable, analizando el horror como si fuera un problema matemático.
No mostraba miedo, no mostraba asco. Solo enfoque. Era un contraste tan fuerte con su propia reacción y la de Bradley que la fascinó. En medio de la brutalidad, él era la quietud. La seguridad.
Observó a Ryuusei. Su calma. Su propósito. Su capacidad para funcionar en medio de lo grotesco. La fascinación que sentía por él se intensificó, mezclándose con el miedo que la escena le inspiraba. Era una atracción extraña, nacida del contraste y de la búsqueda de algo inquebrantable en un mundo volátil.
Brad salió de la casa, con una expresión sombría. —No hay testigos. Cualquiera que estuviera aquí... bueno. Ya viste. Parece que sucedió hace unas horas.
Ryuusei salió detrás de él. —El rastro sugiere que se movió después. Patrones de explosiones menores en el suelo, en las paredes exteriores. Se dirige hacia el norte. Hacia el área industrial.
Mientras Ryuusei explicaba, se dio cuenta de las reacciones de Kaira y Bradley. Vio la palidez, el temblor, el shock en sus rostros. Vio cómo luchaban por mantener la compostura. Una breve expresión cruzó su rostro. No era sorpresa, sino un tácito reconocimiento de que, sí, se le había "olvidado" prepararles para esto. Había hablado de peligro, no de horror visceral.
Kaira, dándose cuenta de la mirada de Ryuusei, enderezó los hombros, intentando recuperar su fachada. Bradley intentó dejar de temblar tan visiblemente.
—Tenemos una dirección —dijo Ryuusei, con la voz firme de nuevo—. Y sabemos que Chad es extremadamente volátil. Y peligroso. El rastro sangriento que deja es una advertencia.
En ese momento, a lo lejos, se escuchó el sonido de sirenas. Coches de policía se acercaban al área.
—Mierda —masculló Brad—. La fiesta se acabó.
Ryuusei y Brad se pusieron tensos. No podían enfrentarse a la policía, no con identificaciones falsas y en una escena de crimen tan obvia. Tampoco podían simplemente desaparecer.