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Chapter 132 - Capítulo 23: Caminos Divididos, Futuro Incierto

El sonido de los motores del jet privado rompió el silencio denso del hangar rumano, una vibración que se sentía tanto en el aire como en el pecho. Ryuusei observó cómo Aiko y Volkhov se alejaban, sus figuras difuminándose bajo el cielo plomizo del amanecer. Habían elegido su camino, una bifurcación que los llevaría lejos de él, a la búsqueda de las primeras piezas del tablero que pretendía armar. Un nudo invisible se formó en su garganta, una mezcla de orgullo por la decisión de Aiko y una punzada de la soledad a la que se había acostumbrado, pero que nunca dejaba de pesar.

Brad, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, se acercó flotando más allá de lo normal para un humano, su mirada siguiendo también a Aiko y Volkhov hasta que desaparecieron. Soltó una risa corta y sin humor.

—Así que la niña finalmente te deja para irse con el ruso. ¿Cómo se siente el todopoderoso Hijo del Yin y el Yang cuando su protegida se va con el cavernícola?

Ryuusei no respondió de inmediato. Se dio la vuelta, su mirada recorriendo el hangar vacío, el aire frío y quieto. El mapa con las coordenadas de sus objetivos seguía extendido sobre la mesa improvisada, un recordatorio gráfico de la inmensidad de la tarea que tenían por delante.

—Se siente… necesario —respondió finalmente, su voz baja y cargada de un peso que Brad, a pesar de todo su poder, quizás nunca comprendería—. Necesitan forjar sus propios vínculos. Aprender a depender el uno del otro. Mi camino… es diferente.

Brad se encogió de hombros, su expresión una mezcla de cinismo y desinterés fingido. —Claro, el camino del salvador solitario. O el del tipo que tiene que cargar con el raro del grupo. Supongo que esa soy yo ahora.

Ryuusei permitió que una pequeña sonrisa asomara en sus labios, aunque no llegara a sus ojos. La dinámica con Brad era diferente a la que tenía con Aiko o Volkhov. Era una mezcla de sarcasmo, respeto a regañadientes y una comprensión tácita de que ambos eran... singulares.

—Tienes el mapa. ¿Por dónde empezamos, cavernícola? —preguntó Brad, señalando la lista de nombres con el mentón.

Ryuusei se acercó a la mesa, su dedo recorriendo las coordenadas. Kaira en Bangkok. Chad en Michigan. Ezequiel en Alemania. Bradley Goel en Holanda.

—Holanda —dijo Ryuusei sin dudar—. Bradley Goel. Es el más cercano geográficamente. Y su descripción es… intrigante. Un velocista que no puede ser rastreado porque su frecuencia vital fluctúa. Un fantasma en movimiento.

—Suena como un dolor en el culo para encontrar —comentó Brad—. ¿Tienes alguna idea de por dónde empezar a buscar a un tipo que es literalmente demasiado rápido para que lo vean?

—Tenemos una ventaja —respondió Ryuusei—. Su edad. Un adolescente. Y la información sugiere que tiene una vida mundana. Trabaja en un restaurante. Vive solo. Es un punto de partida.

Brad resopló. —Genial. Vamos a jugar al detective en un país lleno de molinos de viento y queso. Justo lo que esperaba de la misión para "cambiar el mundo".

El viaje a los Países Bajos fue largo y sin incidentes. El jet privado voló sobre Europa, el paisaje cambiando lentamente de las densas extensiones boscosas de Rumania a los campos planos y los canales de Holanda. La diferencia era notable, un mundo más ordenado, más tranquilo en apariencia, pero Ryuusei sabía que la superficie a menudo ocultaba corrientes turbulentas.

Aterrizaron en un pequeño aeropuerto cerca de Ámsterdam. El aire era fresco y húmedo, con el olor a mar y tierra mojada. Alquilaron un coche discreto y se dirigieron hacia la ciudad. La arquitectura era diferente, los edificios más bajos, las bicicletas por todas partes.

—Entonces, ¿cuál es el plan, Hijo del Yin y el Yang? —preguntó Brad mientras conducían por las calles de la ciudad—. ¿Poner un anuncio en el periódico? "¿Se busca: velocista con TDAH y problemas para no verle las bragas a las chicas?"

Ryuusei ignoró el sarcasmo. —Tenemos que empezar por lo básico. Buscar restaurantes en la zona que nos indicó la información. No podemos usar tecnología avanzada para rastrearlo si su frecuencia vital fluctúa. Tendremos que confiar en métodos… anticuados. Observación. Preguntar.

Brad se burló. —Observar. Preguntar. Suena fascinante. Esperaba algo más… explosivo. Como yo.

Durante los siguientes días, Ryuusei y Brad recorrieron las calles de Ámsterdam y sus alrededores. Visitaron docenas de restaurantes, haciendo preguntas discretas, observando a los empleados. Era un trabajo tedioso, frustrante. La ciudad era grande, la gente iba y venía, y encontrar a alguien que podía moverse más rápido que el ojo era como buscar una aguja en un pajar que además podía desaparecer.

Ryuusei utilizaba sus sentidos agudizados, intentando detectar cualquier anomalía, cualquier perturbación en el flujo normal de la vida de la ciudad. Pero era difícil. La energía de Bradley era como un parpadeo, presente en un instante y gone al siguiente.

—Nada —dijo Brad una tarde, desplomándose en una silla en una cafetería después de otro día infructuoso—. O este chico no existe, o es incluso más rápido de lo que pensamos. O ambos.

Ryuusei sorbió su café caliente, su mirada fija en la calle concurrida. Había una quietud en él que contrastaba con la impaciencia de Brad. Estaba acostumbrado a la espera. A la paciencia. Había pasado años en las sombras.

—Existe —respondió Ryuusei—. La información es fiable. Simplemente… es difícil de encontrar. Su velocidad es su escudo.

—Bueno, su escudo nos está volviendo locos —masculló Brad—. ¿Y si intentamos algo diferente? ¿Algo que lo saque de su escondite?

Ryuusei lo consideró. ¿Qué podría llamar la atención de un adolescente superrápido que trabaja en un restaurante y usa su velocidad para propósitos… particulares? Una demostración de poder. Algo inusual.

—Quizás tengas razón —dijo Ryuusei—. Necesitamos algo que lo obligue a mostrarse. Algo que no pueda ignorar.

Decidieron cambiar de táctica. En lugar de buscarlo discretamente, harían algo que perturbaría el "flujo normal" de la ciudad, algo lo suficientemente rápido o inusual como para llamar la atención de alguien que percibe el mundo en cámara lenta. No querían causar caos, solo un destello, un evento momentáneo que solo un velocista notaría.

Planearon una serie de pequeños, casi imperceptibles, incidentes en áreas concurridas donde se rumoreaba que había habido avistamientos extraños o donde había restaurantes que encajaban con la descripción. Un objeto que cae desde una gran altura y es atrapado en un instante. Una figura que aparece y desaparece antes de que nadie se dé cuenta.

La primera noche de su nueva táctica, Ryuusei dejó caer una pequeña moneda desde lo alto de un edificio. El plan era que solo alguien con velocidad sobrehumana podría verla y reaccionar.

La moneda cayó, una diminuta mancha de metal contra el cielo nocturno. El tiempo pareció estirarse. Ryuusei observó, sus sentidos al límite.

De repente, un borrón. Un destello. La moneda desapareció antes de tocar el suelo.

Ryuusei y Brad se miraron.

—Ahí está —murmuró Brad, una sonrisa de anticipación en su rostro.

La búsqueda había terminado. El desafío de reclutar a Bradley Goel, el velocista voyeurista con TDAH, acababa de comenzar. El primer paso del Hijo del Yin y el Yang y el cavernícola.

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